Torre del Mar, 12.

Desde aquel balcón sobre el Caribe admiras lo que familias del interior colombiano buscaban y encontraron:

Un oasis privado alejado del frío y cercano a los cálidos amaneceres de la costa.

Pero… ¿Qué tan privado?

Tres atributos específicos han persuadido a renombrados apellidos a elegir precisamente este edificio como su nido costero.

1 No es únicamente que el mar sea el telón de fondo cotidiano, sino que la arena misma de la playa se funde con tu patio trasero. Cruzar el portón de la torre equivale a sumergirse en la playa. Ambos coexisten en armoniosa simbiosis.

Y sin embargo, aunque se enclava en el codiciado sector de El Laguito, el edificio se mantiene discretamente apartado del tumulto de los masivos complejos turísticos vecinos. Su diálogo es más bien con unos pocos edificios de baja altura y un renombrado hotel boutique.

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2 La intimidad se vive también al interior del edificio: La edificación, de vocación netamente residencial, cuenta con un solo apartamento por piso —lo cual significa que el ascensor es tu ascensor y te lleva sigiloso a tu propio recibidor.

Traspasada la robusta reja corrediza, te adentras en la delicadeza del living. Con sus muebles handpicked (incluidos en la venta), el espacio te acoge calurosamente. El interior reconoce lo maravilloso del exterior, y reproduce el encanto del cielo, el mar y la arena en todos sus colores.

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Ahora… ¿Será posible alcanzar un nivel más profundo aún de privacidad?

La respuesta a tus ojos:

3 Los espacios al interior de la propiedad se acomodan para cada miembro de la familia. Tres habitaciones con baño privado implican discreción y comodidad. Se entiende que cada uno se toma sus momentos de entretenimiento, de reflexión y de descanso, para luego reencontrarse en la unión familiar.

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La habitación principal es el ejemplo cardinal de aquella calma. Espaciosa al punto ideal y con ventana que mira al mar, te envuelve gentilmente en el reposo.

Por una de las vidrieras entreabiertas se introducen con gracia el soplo de la brisa, el fresco de la mañana y el canto vivaz de las mariamulatas.

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Cada amanecer trae consigo la promesa de desayunos en familia en el impecable balcón, con los aromas del café y la hogaza recién horneada mezclándose con la sal marina. A lo lejos divisas una solitaria figura encamisada pescando desde el espigón. Son las 7am y no puedes imaginar una manera más encantadora de dar inicio a la jornada.

En definitiva, Torre del Mar puede considerarse un templo de paz y privacidad a la medida de los más exigentes, donde cada día ordinario se tiñe de extraordinario con un nuevo amanecer frente al mar.

¿Estás en busca de una casa como esta?

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