Casa del Virrey Eslava, 1

En los anales de la historia, Cartagena de Indias ocupa un lugar destacado.

Según el renombrado historiador Arnold Toynbee, si el almirante inglés Vernon hubiese tomado la ciudad en 1741, hoy aquí se hablaría inglés.

Pero fue Sebastián Eslava, Virrey de la Nueva Granada, quien supo ganarle la batalla en los mares de Cartagena, en un desenlace justo y necesario para los españoles tras el malogrado episodio de Felipe II y su Armada Invencible.

Hoy, el Virrey cede las llaves de uno de sus aposentos a un nuevo mando.

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Cuando toda la edificación era una sola casona virreinal, las puertas ventanas de lo que ahora es un apartamento probablemente se mantenían abiertas de par en par, permitiendo a la brisa caribeña circular libremente.

Afortunadamente, hoy ningún decreto de Eslava se interpone, así que su nuevo dueño puede desplegar la vidriera y disponer de una entrada principal adyacente.

Al cruzar el umbral, las tonalidades tierra del mobiliario y el blanco cándido de los gruesos muros dan la bienvenida a un living abierto y acogedor.

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Pasos decididos sobre el mármol conducen a la cocina, un espacio ligeramente separado de la sala que sorprende con su abundante luz natural.

No es de extrañar, teniendo en cuenta la mastodóntica puerta ventana que se abre hacia el patio trasero.

Pero, ¿deberíamos llamarlo simplemente patio?

Con los pies descalzos, se pasa de los pisos templados del interior a la calidez del baldosín terracota en el exterior. El rojizo de las baldosas y el verde de la vegetación se erigen como protagonistas en este espacio al aire libre.

Aquí una flora acogedora pero no invasiva guía el camino hacia un nivel subterráneo.

Adaptándose a los tiempos, lo que antaño fuera un aljibe para recolectar agua potable, hoy sirve como un práctico depósito, oculto pero siempre útil.

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La escalera principal asciende al segundo nivel, donde se encuentran las tres alcobas.

Cada una hace su aparición triunfal en el exterior a través del balcón que la acompaña. Una luz tenue se filtra por las cortinas, y el ambiente romántico perdura hasta la llegada de la noche.

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Tras una breve pausa, la escalera prosigue hasta el tercer y último nivel, donde se esconde quizás el verdadero corazón del pequeño palacio.

La terraza, parcialmente cubierta por pérgolas y en parte arropada por el cielo abierto, depara un par de momentos pintorescos.

Durante el día, una refrescante limonada junto a una silla asoleadora se convierte en el objeto del deseo. Al caer la noche, es el plateado resplandor de las estrellas en el firmamento lo que cautiva la mirada.

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Aclamadas son las terrazas dentro de la muralla, que conmueven con sus vistas a los techos y catedrales coloniales.

Igualmente elogiados, aunque mucho menos numerosos, son los conjuntos coloniales que cuentan con ricos espacios sociales modernos.

La Casa del Virrey Eslava atesora ambos atributos en perfecta armonía.

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