Aqua, 13.

Ceniciento podría ser el apellido de este específico apartamento.

Desde el mármol en los pisos, por los muebles que decoran a lo largo y ancho, y hasta la cocina remodelada, por todos lados te acaricia el gris.

Hace algunos años sus dueños recorrieron cada espacio. Al finalizar el tour y sentarse en la sala, uno frente al otro, cruzaron miradas, sonrieron y… Tuvieron un momento de iluminación.

“Cuándo empezamos a remodelar?” se preguntaron…

A pesar de la relativa juventud de la edificación, realizada en 2008, decidieron embarcarse en una meticulosa remodelación para elevar aún más su sofisticación y modernidad.

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Ese mismo gris protagonista se deja tocar por los rayos de sol. Es fácil que esto suceda, pues las ventanas abrazan la sala y el comedor. Por su parte, el comedor se refleja en los pisos relucientes, casi como si de un espejo se tratase, y acompaña los almuerzos diarios con una vista despejada y nítida de toda la bahía.

Alrededor de la mesa, sus dueños siempre pudieron disfrutar de reuniones íntimas, sin miradas que se colaran desde afuera, pues el apartamento no tiene vecinos.

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En cualquier momento las puertas corredizas al balcón se pueden abrir con facilidad, y así contemplar el azul quieto de la bahía.

La mañana puede iniciar, con agenda en mano, en este ángulo de la casa. Con un respiro hondo, empiezan los 5 minutos dedicados a la gratitud matutina.

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De vuelta al interior, es el turno de la cocina. Objeto de especial atención durante la reforma, luce ahora una personalidad valiente, con sus mesones y paredes revestidos en mármol oscuro.

La ventana alta deja entrar luz natural, unos reflectores sobre la isla. Viene espontáneo a más de uno sentirse en su propio reality show.

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Con la doble entrada a la cocina (acceso desde el comedor y acceso desde el corredor de habitaciones), se inicia el recorrido en el ala más íntima del apartamento.

Un poco antes de llegar a las habitaciones, una pausa se hace en la sala de TV. Bajando las cortinas, automáticamente se convierte en un cine privado familiar, tácticamente ubicado en el corazón del apartamento.

Para aquellos más inclinados hacia el mundo de las letras, este espacio podría albergar con naturaleza una biblioteca de triple cara, con un escritorio de roble macizo como pieza central.

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Al llegar a la habitación principal, la mirada se esfuerza para abarcar un espacio digno de una king-size bed. Sus dueños actuales la acomodaron al lado del acceso al balcón. Así, es cuestión de que se alce el telón y de inmediato comienza el espectáculo: una vista directa a la bahía con los colores cambiantes del amanecer.

Gracias al baño interno —característica que comparte con las dos habitaciones de los niños— la privacidad queda intacta.

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Y es con la habitación 1 y 2 que el recorrido finaliza. Sus ventanas amplias de esquina a esquina dejan que el sol haga su aparición, pero calmado por el filtro azulado de las vidrieras.

Abierta la ventana, se alcanza a escuchar una bahía que danza tranquila, el rumor lejano de un yate que zarpa hacia las islas, y las risas despreocupadas de niños paseando en bicicleta por el malecón.

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