Aura del Mar, 7
El nombre de este prestigioso conjunto residencial no es casual.
Hay tres razones detrás de la identidad del edificio, que explican por qué podría ser el destino ideal para un verdadero amante de la ciudad de Cartagena.
No muchos saben que detrás de la palabra “Aura” está el más grande poeta de todos los tiempos, Francesco Petrarca —que vivió en la Italia del siglo catorce— y el amor de su vida, Laura.
¿Qué tiene que ver alguien que vivió hace 700 años con un edificio que tiene apenas 4?
Descubrámoslo visitando nuestra gema…
Ubicado en un piso de sólo dos apartamentos, lo primero que impresiona de esta gema es el silencio casi sagrado que reina en su interior.
No debe ser muy distante al silencio que había en la iglesia de Santa Clara en el Viernes Santo de 1327, cuando Petrarca vio por primera vez a Madonna Laura y “sus dos bellos ojos que lo ataron”, enamorándose de ella al instante.
Laura de Sade era una mujer noble, esposa de un marqués; Petrarca no era nada más que un poeta.
Su amor simplemente no podía ser.
Pero volvamos un momento a nuestra gema…
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La quietud se extiende mucho más allá de las paredes del edificio.
El parque del paseo peatonal —que bordea la torre y de ahí se desenvuelve ciñendo la bahía entera— es uno de los pocos oasis de paz en medio del frenesí de la Heroica.
Los residentes lo recorren al alba para ponerse en forma, o simplemente para sentirse bien. Algunos artistas aman disfrutar de su atmósfera contemplativa, que concilia la creatividad. En horas del atardecer, muchos se conceden un momento de inviolable soledad para recargarse de un día largo y productivo.
De vez en cuando es meta de parejas de enamorados, que no precisan de muchas palabras para sentirse vivos.
Para Petrarca fue distinto…
Él no podía ni acercarse al objeto de su deseo, así que fue precisamente con las palabras que sublimó su amor.
Empezó a cantar de ella desde ese fatídico día de abril en que la conoció, y continuó haciéndolo hasta el último día de su vida.
El nombre de Laura era omnipresente, y con tanta intensidad que sus escritos dieron nuevos significados a la palabra —significados que siguen usándose hoy en día.
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El primer significado de Laura (o l’aura), que todavía sobrevive en el español áulico, es el de aire, brisa, aliento vital.
Para Petrarca, Laura es manifestación viva de la presencia de Dios. Cada vez que la contempla (en persona o en su mente), de ella brota ese espíritu divino que lo hace fundir con el mundo, sintiéndose parte de algo más grande.
Volviendo al Aura del mar, la posición expuesta concierta con el silencio para darte una experiencia comparable a la de nuestro poeta.
Corrientes de aire fresco acarician el manto de la torre, insinuándose tímidamente por tu balcón.
Cada aliento es una oda a la vida. Cada aroma que penetra afirma la vibrante presencia de la humanidad.
Una humanidad presente, sí, pero nunca invasiva.
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Ahora, para descubrir el segundo significado del Aura, tenemos que pasar al momento crucial de la historia…
En 1348, a la edad de 37 años, Laura contrae la peste negra, que abruptamente le arranca la vida.
Petrarca asiste al funeral, sus ojos se inundan de lágrimas, y en ese momento toma una decisión irrevocable: compondrá para ella el más grande libro de poemas que se haya escrito, otorgándole al nombre de su amada la fama de la eternidad.
Así Laura se convierte en laurum, el laurel de la gloria.
El resultado fue el célebre Cancionero, donde Petrarca reunió todos sus sublimes poemas, canciones y sonetos —composiciones que poetas de toda Europa intentaron igualar por siglos después de su muerte.
Gloria es la palabra más indicada para resumir la sensación que te invade al despertar en esta gema.
Volteando tu mirada hacia la ventana y gozando de tu perspectiva principesca sobre la ciudad, no puedes evitar sentirte inspirada, confiada… perfectamente a la altura de cualquier reto que el día interponga entre ti y tus planes.
Cuando despiertas con la corona de laurel en tu cabeza, no hay nada que pueda detenerte.
Tal puede ser el impacto del ambiente en que vivimos.
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El apartamento esconde mucho más de lo que puede verse en las fotos —algo que a lo mejor sólo un maestro de las palabras como Petrarca sería capaz de evocar.
Pero esto es seguro…
Los muchos comforts de este palacio —entre otros, el gimnasio, el solarium, la zona de barbecue, el salón para eventos, la infaltable piscina— hacen que sea el refugio ideal para cultores del bienestar físico, emocional e intelectual.
En fin, esta morada es un premio —la recompensa definitiva para quien valore el silencio, la cultura, la seguridad por encima de todo.
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Ahora, según lo prometido, la última y potente razón para el nombre de este glorioso conjunto residencial.
Pues bien…. según la opinión de muchos, la ubicación del edificio es el lugar de donde puede observarse el mejor ocaso de toda Cartagena.
Nada menos que eso.
Hacia las cinco y media de la tarde, el perfil de la bahía empieza a teñirse de oro (l’aura!), regalándote una última aparición angélica justo antes del ansiado cierre del telón oscuro de la noche…
Sí, porque al fin y al cabo, ¿sabes qué era lo que más le tocaba el corazón al gran Petrarca?
La visión de la melena rubia (i capei d’oro) de su amada.
La felicidad está en las cosas simples. Simples pero inestimables. Como la contemplación silenciosa de nuestra estrella abrazando la bahía. Tu bahía.
Lo emocionante es que este mágico atardecer llenará el amanecer del próximo capítulo de una afortunada familia.
¿Y si fuera la tuya?
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P.S. Difícil creerlo, pero parece que cuando el Rey Francisco I hizo abrir la tumba de Laura de Sade en 1533, en su interior encontraron algo totalmente inesperado: un soneto manuscrito en italiano. ¿Quién lo habrá metido ahí adentro? Ese es un misterio para todos. O, quizás, para todos menos uno…